P. Agustín García Celis

Actualmente la sociedad, camina hacia un futuro incierto, somos testigos de que la mejor manera de dominar una sociedad y de avanzar sin límites, sin fronteras, es sembrar la desesperanza entre los ciudadanos y suscitar la desconfianza constante de todo y en todo, es decir, la desconfianza a la autoridad, la desconfianza a las instituciones, la desconfianza en los diferentes sectores como en lo económico, político, otros, todo esto se hace disfrazada detrás de la defensa de algunos valores importantes para la sociedad.
Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar y es que estos han sido algunos medios como se han establecido cambios en las leyes de los países, siendo persistentes en lo que se anhela puede llegar a convertirse en una necesidad y varios temas sociales se han polarizado, con el tema de que ya son necesarios para mejorar, para ser una sociedad moderna.
Por diversas vías se niega en la sociedad a algunos el derecho a existir y a opinar, así encontramos una cierta discriminación social, que vulnera los derechos de las personas. Una manera de callar las conciencias que se utiliza como estrategia actual es ridiculizar a la persona o al grupo que representa, pasarlos por la criba de la sospecha de ellos, cercarlos con descalificaciones al grado de acusarlos de ser los causantes del retroceso actual, de ser quienes no dejan que la sociedad avance en la modernidad.
Actualmente se cierra los ojos de la sociedad con campañas elitistas que nos hace incapaces de recoger su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. Hoy día, vivimos a la sombra del que más tiene para defenderse, a la expectativa del que puede hacer más promoción social a su favor. La información actual va y viene en favor del que mejor se sabe defender y no a favor de la verdad.
Los discurrimientos que surgen de la política ya no son procesos sanos sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino que terminan en sólo recetas inmediatistas, bañadas del compadrazgo de los grupos de poder y de marketing social que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz para imponer su ideología y su verdad subjetiva.
En este juego mezquino, parece no existir la verdad, o todos tienen la verdad o nadie y así se cree que es más justa la reflexión social. En este juego mezquino de las descalificaciones siempre se busca ser parte de los ganadores y nunca ser del equipo de los perdedores, por eso los debates son manipulados a favor del estado, el cual no acepta cuestionamientos, ni confrontación.
En este duelo de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer justifica destruir, descalificar y en un grado más de deshumanización hasta matar. Los proyectos actuales de algunos que buscan mejorar la sociedad basados en la verdad, suena a delirios trasnochados, porque cada persona busca un cambio siempre en su favor, en su comodidad y no en el bien común, no en bien social. Esta sociedad va creciendo en egoísmo, en el subjetivismo y que nonos deja pensar en el bien de los demás. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso.
Cada vez se ve más lejos el pensar en el “nosotros”, en aceptar que tenemos una casa común, hoy estamos llamados a pensar en un proyecto común, el tiempo nos va llevando a pensar que debemos trabajar en un proyecto común. Hoy estamos llamados a ser conscientes de los errores y fracasos, pero también nos exige a tener el valor para reconocer y proponer el cambio, saber perder pero con la mirada y los pies en la verdad, dar la mano a la esperanza que busca la justicia y el amor entre nosotros, con la conciencia de que todos y cada uno es una hermano en esta gran familia llamada sociedad.