P. Agustín Celis

La palabra caridad, en su definición etimológica: del griego agape, se entiende como amor fraterno, y del latín: caritas o amor. En sus dos raíces etimológicas nos lleva al concepto de amor, que es una virtud teologal, por la que se ama a Dios y al prójimo como a sí mismo. Debemos entender que mientras entendemos la caridad como expresión de amor, nos permite salvar esa parte donde se da caridad pero con algunos otros intereses personales e incluso bajo intereses egoístas.

Es importante resaltar la gran necesidad que hay en la sociedad, de que nosotros actuemos con caridad hacia las personas, porque si aprendemos a ver en la otra personas las mismas necesidades que uno tiene, descubre la humanidad del otro y es más fácil comprender cuando uno tiene hambre, cuando pasas por alguna necesidad de económica o cuando se sufre por alguna situación.

La caridad trae algunos frutos para la persona, por ejemplo el gozo tanto del que recibe como del que se desprende. Muchas veces sientes como la persona que recibe la caridad, con una sonrisa te bendice y sin conocerte te corresponde con aprecio y con amor. Otras veces en esas personas que ayudas, descubres el frio de una sociedad indiferente y ves en la mirada de esas personas que se desvanece la amargura que les ha sembrado la sociedad al discriminar al que menos tiene.

La caridad nos exige a todos el deseo de hacer el bien a los demás, de hacer presente la paz en esos espacios violentados por la necesidad. Hay tantas periferias sociales que reclaman la paz en sus corazones, que nos manifiestan que desean se acabe la violencia, que nos gritan con sus cuerpos temblorosos y llenos de timidez que hace falta más amor. En estos ambientes contaminados por el desamor se necesita la corrección fraterna, la benevolencia de unos con otros.

La caridad nos pone en el camino de la reciprocidad, si alguien ofrece amor merece ser amado, pero aun el que no conoce el amor o la caridad desea ser amado. Cuando se va madurando en el camino del amor, el ser humano aprende la reciprocidad, aprende a corresponder con amor y gratuidad. Porque en el corazón del violentado, del herido y del lastimado hay heridas que aclaman el bálsamo de la caridad.

La caridad tiene una característica muy especial, siempre es desinteresada y generosa. Se obra con caridad hacia los demás sin ningún interés, cuando se hace lo contrario pasa a ser alguna obra de altruismo o finalmente solo buscas tomarte la foto. Pero cuando se hace con generosidad, la caridad nos ayuda a madurar como seres humanos y nos abre a la amistad, pero sobre todo a la comunión y nos hace reconocernos como hermanos.