P. Agustín Celis
La Nochebuena y la Navidad son dos de las fiestas más importantes de diciembre. Ambas festividades están emparentadas, pero es importante también destacar las diferencias que hay entre sí, ya que no son lo mismo. La nochebuena la celebramos en la noche del 24 de diciembre y la navidad se celebra el 25 de diciembre.

En estas dos fiestas se celebra el acontecimiento del nacimiento de Jesús. El Salvador del mundo irrumpe en la noche oscura del 24 de diciembre y llena de la luz la vida de los hombres desde la madrugada del 25 de diciembre, lo que nos lleva a compartir la alegría por el nacimiento de Jesús y así se inicia las festividades de la Navidad.
La diferencia en las dos celebraciones está en que la Nochebuena se refiere a esa noche que se llena de esperanza por la llegada de Jesús y la Navidad que hace referencia a la Natividad de Jesús. Dos celebraciones muy especiales para todos, porque aunque no sean católicos o cristianos siempre todos salimos ganando.
Salimos ganado todos, porque siempre en estos días tenemos vacaciones, convivimos con la familia y es además un tiempo en el que muchos salen a descansar a algún lugar. También es un tiempo que llena de alegría a los niños, por los regalos que reciben. Es un tiempo de alegría y emoción para muchos por los intercambios y las convivencias navideñas.
Para muchos la Navidad nos trae recuerdos muy bonitos, ya que recordamos la alegría de la familia. Sin embargo, para muchas personas son días de nostalgia, por los familiares que ya no están, por lo que ya murieron. También se recuerda y se extraña a los que por diferentes situaciones se encuentran lejos de la familia y no estarán en la cena de Navidad.
La Navidad, es un tiempo muy propicio para la reconciliación, para el perdón, para acrecentar los lazos familiares, ya que no sentimos motivados a dejar atrás los conflictos, a superar los malos entendidos y de manera muy especial a compartir con los demás. No podemos guardar tan fácilmente la alegría de la navidad, pues la alegría es amistad, la alegría se comparte y no se puede callar.
Pensar en diciembre sin la Navidad, sería como quitarle la cereza al pastel, ya que crecimos con este tiempo tan lleno de emociones, que nos lleva a celebrar indistintamente el nacimiento de Jesús y nos provoca compartir la buena nueva del Dios que se hace niño, que cambia la historia del hombre y que llama a cada uno a seguirlo.