Por: Edmundo Isidro Pérez.

“Para la gente somos sólo amantes. Por vivir juntos sin estar casados.

Canción de Julio Iglesias,

El presente comentario es con el propósito de resaltar ideas sumamente conocidas desde la historia de la humanidad, hasta pleno siglo XXI, los amantes.

Sin duda, es un tema apasionante, está en boca de los distintos círculos sociales, no escapa el señalamiento en ninguno de ellos, donde la generalidad social, reprueba el modo de comportamiento de las personas que adoptan esa forma vida, conocida mayormente con el nombre de amasiato.

​​Se entiende por amasiato la unión de un hombre y una mujer, de un modo voluntario, sin formalización legal, sin poder unirse civil ni religiosamente entre sí, por estar, ella o él, en unión matrimonial con persona distinta. Se caracteriza porque los amantes no tienen la intención de constituir una familia; aun y cuando haya una duración prolongada de su relación, no existe entre ellos trato alguno que los identifique como esposo y esposa, es una relación en la que no existe unidad familiar, aun cuando eventualmente pudieran procrear hijos en común.

El matrimonio, religiosamente, es la alianza por la que el hombre y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida ordenada por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole.

Civilmente, en tiempo pasado, se trataba exclusivamente de la unión de un hombre y una mujer conformados por medio de ciertos ritos o trámites legales, donde los cónyuges adquieren diversos derechos y obligaciones, legitima, además, la filiación de los hijos que son procreados. En la época moderna, se acepta el matrimonio entre personas del mismo sexo, con lo que esta unión conyugal ha dejado de ser patrimonio de la heterosexualidad.

En el amasiato, socialmente la mujer es  calificada  con  diversos vocablos discriminatorios, de los cuales, por respeto a la mujer a la dignidad de la persona y en atención al libre desarrollo de la personalidad, omito esos calificativos estigmatizantes.

Moral o religiosamente, es una transgresión  consciente y voluntaria a la ley divina, expresada y conocida como un pecado.

Tal amasiato no está reconocida por la ley, más bien, en ciertos casos, lo condena dándole un significado de adulterio.

Sin embargo, cabe decir, que con independencia a la denominación moral, religiosa y jurídica, existe, por lo mismo, crean vínculos parecidos a los creados en una familia por el sólo hecho de existir, circunstancia natural por la que, indefectiblemente, debe ser reconocido por la normatividad legal.

  Me llama la atención y me parece oportuno señalar el pasaje bíblico siguiente: “Saray esposa de Abram, no le había dado hijos, pero tenía una esclava egipcia que se llamaba Agar. Y dijo Saray a Abram. Ya que Yavé me ha hecho estéril, toma mi esclava y únete a ella, a ver si yo tendré algún hijo por medio de ella. Abram hizo caso a la palabra de su esposa.” El texto de “Jesús y la Samaritana, se lee: “Jesús le dijo: Vete, llama a tu marido y vuelve acá. La mujer contestó: No tengo marido. Jesús le dijo: Has dicho bien que no tienes marido, pues has tenido cinco maridos, y el que tienes ahora no es tu marido.  En eso has dicho la verdad”

Reitero, es un tema escabroso visto desde distintas aristas, sin embargo, existió y existe contra todo pesar.

El siguiente comentario será: Adios a la chancla, la regla, el cinto …. como métodos de «disciplina» en los menores de edad.