Por: Lic. Sergio López Melchor.

“Leí en el periódico que empresarios japoneses están de visita en el estado de Oaxaca y de allí viajarán a Apatzingán. Su interés es relacionado al tema agropecuario”. Ese comentario me lo hizo el Ing. Guillermo Gutiérrez, quien fungía como asesor técnico de la Presidencia Municipal, en aquel ya lejano trienio que nos tocó vivir.
Con experiencia empresarial, venía el Ingeniero Gutiérrez de ser gerente comercial de la Planta Vikingo de Industrias Resistol, en el vecino municipio de Zitácuaro. Era un colaborador muy eficiente que no argumentaba pretextos, por lo que le di la instrucción de trasladarse a Oaxaca y traer la delegación nipona a Ciudad Hidalgo. Ejecutivo, como era su estilo, me llamó al día siguiente para avisarme que todo estaba convenido para la visita de los japoneses y para darme pormenores sobre los temas de su interés, preferencias gastronómicas y todo lo que era importante saber para darles un buen recibimiento.
Les mostramos algunos de los lugares más atractivos que tenemos. Los integrantes del cabildo,  ofrecimos un convivio en el campamento de la Geo termoeléctrica de Los Azufres, acorde a la dieta de su preferencia, con agradable ambientación, complementada desde luego con tequila, que motivó confianza. Complacidos con el recibimiento y la hospitalidad, nos hicieron el ofrecimiento para visitar Japón, al presidente municipal y una comitiva, corriendo por su cuenta los gastos de nuestra estancia en aquel país, llamado “Del Sol Naciente”.
Por las limitaciones de recursos, opté por comentar al tesorero del Estado, que era el Lic. Manuel Antúnez, sobre los posibles beneficios del viaje. Tenía buen concepto de nuestro Ayuntamiento  y regresé al día siguiente por los boletos de avión México-Osaka, con escala en Los Angeles.
El país oriental ya figuraba desde entonces entre las primeras ocho potencias del mundo, a solo cincuenta años de su derrota en la segunda guerra mundial. Con una superficie comparable a la del estado de Chihuahua y una población mayor a la de México, habían logrado superar la devastación y la debacle económica que les representó la derrota, en aquella deplorable conflagración mundial.
Ese “milagro japonés” solo se explica por su arraigada cultura, que los ubica como una sociedad nacionalista, capaces de dar la vida por su país. Se precian de valores inalterables como el respeto, el trabajo, la disciplina, la solidaridad, la excelencia. Valores que pudimos constatar durante nuestra visita.

Muchas cosas nos sorprendieron desde nuestra llegada. No se registraban delitos en aquella ciudad de un millón de habitantes llamada Fukuoka. No había policías, o por lo menos no vimos uno en los quince días de nuestra estancia. No encontramos personas obesas;  nos dijeron que su dieta, acorde a estudios, varía según las estaciones del año. Observamos personas que estimamos de 90 años, trabajando en el campo y viajando en bicicleta por las carreteras. Eran ya normales los teléfonos públicos de tarjeta recargable, que acá aún no se conocían. Visitamos una planta de Toyota (la marca de autos más vendidos del mundo), donde predominaban los procesos realizados por robots. Vimos un estadio descapotable mediante cúpula giratoria y los impecables jardines en parques y avenidas, eran cultivados por los vecinos.

No nos impresionaron mucho los sitios turísticos a los que nos llevaron, donde casi no había turismo extranjero, seguramente por ser uno de los países más caros del mundo. Uno de los sitios, era un cráter humeante, como si fuera un gigantesco cono, donde era permitido lanzar piedritas al fondo y un Parque Nacional , que era un  jardín grande bien cultivado, con puentes estilizados, arroyos   de peces de colores y una antigua iglesia de madera. Sus “atractivos”, nos hicieron recordar que México es un lugar envidiablemente privilegiado por sus bellezas naturales de gran potencial turístico. Continuará…..