P. Agustín Celis

Hemos avanzado demasiado en la sociedad, pero el hombre sigue carente de un desarrollo integral en su humanidad. No podemos presumir que somos una mejor sociedad, porque seguimos cargando las deficiencias de las civilizaciones antiguas, no podemos negar las deficiencias de la sociedad moderna ya que aún nos invade la irracionalidad en muchos ámbitos de la sociedad.

Si observamos la sociedad en su relación con la economía, debemos aprender a vivir sin saber cómo será el día de mañana y abandonar la esperanza de que será mejor. Porque esta área de la sociedad también va impregnada de las limitaciones humanas y sube o baja de acuerdo a los valores que se le atribuyen desde las mediciones humanas, es decir no podemos asegurar que un metal seguirá teniendo un valor fijo por años, porque su valor depende de las decisiones humanas.

Dice el proverbio bíblico “No hay nada nuevo bajo el sol” (Ec 1,9). Tiene mucha razón, si observamos la sociedad a lo largo de la historia de la humanidad, siempre nos deja ver esos paisajes tan hermosos de una sociedad que sigue en busca de sentido, que no se detiene en sus deseos de seguir avanzando, pero también es cierto que no se puede sacudir los fracasos de su humanidad.

Nada será definitivo, pues el propio funcionamiento de la maquinaria social, es una empresa que no se llena y que consume hombres y civilizaciones y no termina por llegar a la plenitud. Cuando creemos que hemos avanzado como ciudadanos, siempre aparece el granito negro el arroz. Surgen movimientos llenos de complejos que le siguen reclamando a la historia y todo lo que represente a la historia, terminan por destruirlo. No se sienten orgullos de su historia sino al contrario se avergüenzas de los avances en la sociedad.

Esta sociedad actual sigue enferma, sigue resentida y hoy en día pareciera que está más confundida que antes, porque está poniendo todo en tela de juicio: los valores, los movimientos sociales, las instituciones, los conceptos humanos y hasta las normas de la sociedad.

Por eso afirmamos que estamos frente a un escenario de incertidumbre, mientras unos cuantos representantes políticos no se aceptan, surge una guerra sin escrúpulos donde los más lastimados siguen siendo los pobres. Como dice el proverbio “pobre del pobre si al cielo no va, fregado aquí y fregado allá”. Porque todos estos cambios en la economía, en la política, en la salud, y en otros rublos de la sociedad, terminan afectando directamente a los más vulnerables sociales.

La inestabilidad de todo, la ausencia de la menor seguridad respecto del porvenir, el fin de las ilusiones de una vida con garantías, ahora todo ello yace en el fondo de la existencia ordinaria. Y es en el sustrato de lo que somos donde radica la solución, la respuesta más limpia y más pura para corregir el rumbo de la sociedad.