P. Agustín Celis

Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? (Mt 16,26). Esta frase de la Sagrada escritura no da una orientación sobre los acontecimientos actuales, la lucha de los países por conservar el poder y manifestarle al mundo la capacidad económica, política y militar que tienen. Vemos en todo este juego caprichoso, la inmadurez del hombre que vive atrapado en sus deseos de verse grande y de que el mundo así lo vea.
Muchas veces, los seres humanos vivimos absortos por tantas preocupaciones e inquietudes, alienados por un vacío existencial, nos olvidamos de las cosas verdaderamente esenciales de la vida y perdemos a menudo la brújula y el sentido de nuestra existencia. Nos vemos perdidos en este mar del razonamiento y terminamos en el origen del hombre que es irracional e inmoral, antiético y hasta cierto punto natural.
Pareciera que los seres humanos nos cansamos de ser humanos y hacemos muchas cosas y nos afanamos en una y mil actividades sin reparar en el porqué o para qué de todo aquello. Siempre salen a gran escala los defectos del hombre, que por muy sabio que parezca siempre deja ver su humanidad condicionada a su naturaleza imperfecta.
Siempre hay preguntas tontas para los hombres inteligentes. Si ya lo tienes todo ¿Qué más estas buscando?. En el fondo el ser humano no tiene manera de saciarse y por eso pretende poseer el mundo, porque muy dentro de sí, cada vez está más vacío y en su miedo de perderlo todo pretende seguir saciando su hambre y su sed de poder.
Leyendo la biografía de Charles de Foucauld, encontré que un una pregunta le cambio el rumbo de su vida. Él en una tarde de reunión familiar, empezó a contar las hazañas de su expedición en Marruecos y una sobrinita que lo escuchaba, le dijo. “Tío, has hecho cosas maravillosas por Francia. Y por Dios, ¿qué has hecho?”. Esa pregunta, le estremeció todo su ser, al grado que descubrió cuan vacío estaba por dentro. Se había llenado conquistando el mundo, pero en ese tiempo se estaba perdiendo así mismo.
Así nos pasa a muchos seres humanos, luchamos por conquistar el mundo y desgastamos todas nuestras fuerzas humanas en conquistar lo que nos pertenece desde siempre, y nos olvidamos que el mundo que debe ser explorado y humanizado, está dentro de nosotros. Ahí hay una tarea muy grande por atender: nuestra economía es decir cuánto nos valoramos, nuestras reservas es decir cuanta energía proyectamos y sobre todo nuestra política si está basada en los valores fundamentales y si nuestro discurso irradia amor hacia los demás.