
La Hermandad Biker: Un Faro en la Carretera
Por Héctor Edmundo Tinajero Avilés.
El fin de semana, mi hijo Mundito, mi fiel compañero de aventuras, y yo nos dirigimos a Colorines para celebrar el 11º aniversario de la Tribu de Colorines, un moto club nacido de la pasión vivida en las caravanas motociclistas de El Clarín.
La jornada prometía una emocionante rodada por Villa de Colorines, Valle de Bravo, Donato Guerra, Ixtapan del Oro y Santo Tomás de Los Plátanos, culminando en una esperada convivencia motociclista.

Todo transcurría sin contratiempos, con la idea de tomar carretera de regreso a casa a las seis de la tarde para disfrutar de una cena familiar. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Confiados en el GPS, tomamos una desviación equivocada que nos alejó de la autopista. Durante más de cuarenta minutos, avanzamos sin saber que nos adentrábamos en lo desconocido.
En un instante, mientras realizaba un rebase, la caja de nuestra camioneta automática tronó literalmente, dejándonos varados. Aproveché la inercia para orillarme en Amanalco.
Mi primera reacción fue buscar un taxi para preguntar por un servicio de grúa, pero la tarea resultó más difícil de lo esperado. Después de quince minutos, un matrimonio de edad avanzada se detuvo y nos brindó información, aunque las noticias no eran alentadoras.
En ese momento, una camioneta blanca se detuvo y de ella bajó Aram, un joven con una playera de la Hermandad 15. «¿Don Mundo, cómo están? ¿Qué se les ofrece?», nos dijo. Le expliqué la situación.

Aram, con una calma reconfortante, nos ofreció remolcar la camioneta a su negocio, a cien metros de distancia, para evaluar las opciones. La idea de conseguir un Dolly y remolcarla hasta Ciudad Hidalgo parecía complicada por la hora. Le pedí que nos llevara a un hotel para descansar y planificar el traslado al día siguiente.
Tras estos acontecimientos, me comuniqué con Huber, presidente de Hermandad 15, para informarle. Él habló con Aram, quien me dijo: «Huber me pide que los lleve a la casa de sus papás y que ahí los esperemos». Al llegar, fuimos recibidos con una calidez indescriptible por Don Manuel Estévez Medeo y Doña Martina Benítez Mercado, padres de Huber, Osiris, Yair, Carlos, Agustín Nefatali y Jonatan Wiwer Estévez Benítez. Todos los hermanos se habían reunido en casa para el fin de semana, y Doña Martina les había preparado un exquisito pozole blanco con una salsa picosa, un sabor casero inigualable.
A pesar de la plática amena, yo seguía pensando en el hotel y el descanso necesario. Huber, notando mi preocupación, me dijo: «Te vas a ir con mi carnal Yair y mi cuñada Águeda, te vas a quedar en su casa». Aunque sentí pena de causar molestias, no pude rechazar tan noble gesto. Nos dirigimos con la señora Águeda a su casa en El Durazno, mientras Yair, en su moto, nos alcanzaría. Nos ofrecieron la habitación de su pequeño hijo, quien no estaba esa noche. Mi hijo y yo nos acostamos, listos para un nuevo día y la tarea de regresar a casa.
A las ocho de la mañana, nos despertamos, arreglamos la cama y nos preparamos. Yair ya nos esperaba en la cocina con agua caliente, y Huber llegó con el pan para el desayuno. Mientras tanto, Aram seguía buscando el Dolly. La comunicación con nuestros amigos de la Tribu se había complicado, y el Dolly era difícil de conseguir. Decidí avisar a nuestro amigo Rafa, de la Tribu, sobre el incidente. De inmediato, Rafa se movilizó y también comenzó a buscar un Dolly.

Apareció una persona con un remolque, pero nuestra camioneta no cabía. Surgió el nombre de otra persona, y Rafa fue a buscarlo a su casa. Finalmente, Rafa nos llamó y dijo: «Ya está». Aram se coordinó con él, pasaron por el Dolly y, para las once de la mañana, estábamos en camino hacia donde estaba la camioneta.
Durante las primeras maniobras, nos dimos cuenta de que las facias de la camioneta impedían subirla al Dolly, por lo que tuvieron que quitarlas. Para no alargar la historia, a las dos de la tarde salimos de Amanalco rumbo a Ciudad Hidalgo. Llegamos a nuestro destino a las siete de la noche, al taller mecánico de mi amigo Emilio Muñoz, para desenganchar la camioneta. Aram Cambrón Venancio y Huber Estévez emprendieron el regreso a Villa de Colorines.

Hoy, más que nunca, comprendo y viví la hermandad Biker que tanto pregonan esos motociclistas de la vieja escuela. Esas frases que, cuando no estás inmerso en el verdadero ambiente Biker que se vive en las rodadas o en la carretera, no logras apreciar:
«Nuestra unidad en la carretera se extiende a la solidaridad fuera de ella.»
«Más que un grupo de bikers, somos una familia al servicio de la comunidad.»Esas frases, pero sobre todo las acciones, se me quedan grabadas en el corazón. Debemos ponerlas en práctica en nuestras vidas cada día, porque solo así tendremos un ambiente Biker diferente.
¡Muchas gracias y larga vida para Hermandad 15!
