
EVANGELIO DEL DOMINGO 10 DE ENERO 2021
El cristiano, por el solo hecho de ser bautizado, tendría que ser una bendición para su entorno; parece que así lo entendieron muchos de los primeros cristianos a raíz, precisamente, del Bautismo de Jesús, modelo a seguir. Quizá por eso, san Marcos enfatiza que cuando Jesús salía del agua “vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, descendía sobre Él. En tiempo de Jesús, al tener la certeza de que el cielo era el lugar donde habitaba Dios; la gente pensaba que un signo del inicio de los nuevos tiempos sería precisamente que los cielos se desgarraran para que descendiera; por tanto, el rasgamiento de los cielos estaría indicando, entre otras cosas, la cercanía salvadora de Dios. No obstante, lo esperanzador de este deseo, a muchas personas les parecía lejos de la realidad; por eso, san Marcos introduce al Espíritu Santo como el garante de esta nueva etapa de salvación; para indicar que no es una mera ilusión, dice que fue percibido en forma de paloma; una manera sencilla pero profunda para decir que esta presencia salvadora de Dios, que esta unión entre el cielo y la tierra, es algo que pertenece a la realidad, no a la fantasía.
Esta apertura salvadora de los cielos trae también la corroboración de que, por fin, ha llegado alguien que puede ser un referente absoluto: el Hijo de Dios. Cuando en el griego del Nuevo Testamento una frase comienza con el pronombre persona “tú”, tiene sentido exclusivo; es decir, sólo él es el Hijo amado, al que, como dirá después el mismo san Marcos, vale la pena tener como referente total, escuchándolo.
Jesús se presenta delante de Juan para ser bautizado. El Catecismo de la Iglesia católica, en su número 536, nos dice: “El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; anticipa ya el “bautismo” de su muerte sangrienta. Viene ya a cumplir toda justicia, es decir, se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo. El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su aceptación viene a posarse sobre Él. De Él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, se abrieron los cielos, que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación. Dios nos hizo sus hijos el día en que fuimos bautizados. Él nos ama y espera mucho de nosotros.
ORACIÓN: Dios todopoderoso y eterno, que proclamaste solemnemente a Jesucristo como tu Hijo muy amado, cuando, al ser bautizado en el Jordán, descendió el Espíritu Santo sobre Él, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, que se conserven siempre dignos de tu complacencia. Por nuestro Señor Jesucristo.